Después de lo real I, Archivos de la Filmoteca 57-58, 2008. Edición con Josetxo Cerdán

 

No cabe duda de que el territorio del documental se ha convertido durante los últimos años, una vez pasada lo sorpresa inicial de verlo renacer vigorosamente de sus cenizas durante la década de los años noventa, en un espacio realmente complejo. Esto es algo que no parece querer discutirlo nadie, pero las reacciones que suscita esta complejidad no son ni mucho menos unánimes. A grandes rasgos, puede decirse que por un lado se encuentran quienes celebran la nueva situación como un signo de madurez, aunque ésta suponga en cierta medida una disolución de los cánones clásicos del medio y se corra el peligro, con ello, de perderlo como forma cinematográfica diferenciada. Al otro lado, están los que, ante este peligro, cierran filas en torno no tanto al clasicismo del medio como a una idea que es mucho más amplia que el cine documental en sí pero al que éste se supone que representa: es decir, la noción de espacio público, racional y democrático. Es difícil sustraerse a las razones de esta segunda posición, cuando es cierto, y todos lo podemos comprobar, que la racionalidad, la democracia y la objetividad son nociones que están siendo objeto de debates no siempre tan racionales, públicos y democráticos como sería de desear.

Que este deterioro coincida con la disolución de los parámetros característicos de un modo cinematográfico como el documental, que nació en el marco de esas ideas como herramienta proverbial de las mismas, parece dar a entender que la contrapartida compleja del documental, que se asienta necesariamente en la discusión de esos presupuestos, pertenece no menos ineludiblemente al movimiento anti-democrático, anti-racional e individualista que puede caracterizar algunos de los episodios de la mal llamada y peor comprendida posmodernidad. En otros términos, tradicionalmente el documental se ha vinculado de forma exclusiva a los discursos de la sobriedad, algo que las producciones del último decenio ha puesto en crisis. Eso es así gracias a que en estos años el documental ha entrado definitivamente en la convergencia mediática que el cine de ficción ya había abordado en los años anteriores. Y lo ha hecho de la mano de la telerrealidad, de YouTube e incluso de Second Life, sin olvidar el campo reciente y tan prometedor de los documentales online o interactivos. Y el proceso no ha hecho más que empezar.